miércoles, 2 de mayo de 2012

OCHENTA Y OCHO

De cementerios y pasiones II

Enrique Jardiel Poncela "descansa" en un cementerio cuyo enterrador/cuidador ¿jefe?, que lleva currando ahí treinta años, no sabe dónde está o no quiere decirlo. Se enfadó con nosotros primero por hacer fotos, después por estar ahí simplemente. Supongo que cuidar una sacramental durante treinta años te hace creer que tú eres el dueño de ese montón de tierra con restos, y cualquier elemento ajeno a ello que se infiltra en "tu territorio" te hace sentir inseguro y ladrar como un perro que protege una propiedad privada. No lo sé, lo imagino, no nos había pasado nunca algo así. Afortunadamente, otro trabajador joven amablemente nos indicó dónde se ubicaba el nicho de Jardiel Poncela. Se lo sabía de memoria, el hombre... Nos explicó con todo lujo de detalles como llegar hasta él, y no estábamos cerca... Y a mí me sorprendió y se lo dije: "Vaya, te lo conoces a la perfección".  Y sonriendo contestó: "Para uno que hay...". 
Sí, para uno que hay... Uno de los mejores escritores que ha dado nuestra lengua yace debajo de una marquesa. Imagino que no le incomoda. A mí me ha hecho gracia. Es un nicho normal y corriente, entre un montón de "nadies". Con unas flores de tela y un magnífico epitafio: "Si buscáis los máximos elogios, moríos". Pero olvidado, y todavía sin el merecido reconocimiento. Me pregunto dónde está su hija, su nieto... En fin, los herederos. De su memoria, sobre todo.

Jardiel Poncela, gracias.

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