lunes, 24 de febrero de 2014

CIENTO TREINTA Y DOS

En realidad, lo que podríais hacer es apagar el televisor. Y así, Évole desaparece, y dejáis de hablar de cosas que no he visto ni voy a ver. De verdad, vistos desde fuera, resultáis ridículos. Como un montón de niños jugando a la hora del recreo, esperando a que suene la campana, ajenos a la disciplina del adulto, pero sometidos como nunca al horario y contenidos del programa.