lunes, 25 de julio de 2011

CUARENTA Y SIETE

A veces quiero hacerme monje budista. Y me preocupa.

No es para menos, pues pensar en expulsar la ira a través de un ismo como cualquier hijo de vecino o primo de todos aquellos a los que nunca me he querido parecer es bastante bajo, "ruin, mezquino, cobarde", que dirían los finos. Pero luego pienso que tirarme varias horas al día sin hacer nada mirando la pared con la espalda recta y la cabeza rapada y los ojos cerrados sería la excusa perfecta para que de una puta vez la conciencia me dejara en paz:

"innes guarda la ropa, innes ordena los libros, innes ve a comprar, innes depílate, innes escribe, innes".

Coño: estoy meditando.

Nunca más tener que inventar excusas, nunca más tener que decir: hostias, he perdido el día entero. Y no me vale ya eso de "es que hay que saber aburrirse, no hacer nada es muy importante". Pues si de eso se trata, soy una maravillosa catedrática de la NADA. Eso sí, a ello llegué después de desarrollar el SER. Una se tira horas y horas contemplando la nada, mirando un rincón, el devenir de la gata y su estrés doméstico provocado por la angustia de no saber a) dónde dormir:

a1) en mi sofá
a2) en su banquito
a3) en el suelo

o b) cuándo comer y qué:

b1) pienso aburrido y seco
b2) carnecita jugosita a taquitos, marca Gourmet
b3) mouse de pescado salvaje, marca Gourmet (estas dos últimas dependerán de su subdueña, y de su nivel de empatía y compasión ese día),

la puesta de sol por la ventana, el vuelo de un mosquito en la habitación, las gotas de agua caer en la cara interna de la cortina de baño.

Es todo muy complicado. Ya me he perdido.

Ah, sí: una se tira horas y horas haciendo todo eso y diciéndose a la vez: "joer, nena, tendrías que hacer ALGO". Algo como qué, te preguntas. Poner una lavadora, por ejemplo. Ordenar armarios. Coser bajos de pantalones. Escribir una novela. No sé, algo que suene bien cuando tu madre te llama por teléfono y te pregunta cándidamente "Qué haces, hija". No vale decir "Escuchando música, mamá, y con muchas ganas de fumarme un porro, pero como ya no fumo... Ahora que si fumara, si yo fumara...". Ya sé que queda mal en cámara, pero es verdad que ya no fumo. No sé, aunque no fume, como un millón de veces a la semana me digo "Tienes que hacer algo serio, innesita". Y resulta que no, que ya lo estás haciendo, sólo que tienes que cambiar de postura y de perspectiva.

¿Quién no querría hacerse budista?

Y luego hay que reconocerlo, estamos atrapados en un samsara brutal. El nirvana no tiene tanta publicidad, pero hasta ahora la definición popular más ajustada que he encontrado ha sido algo así como un viaje por un pico de caballo. Claro, así cualquiera se intenta acercar al nirvana... Quita, quita, dices. Que te contagia no sé qué. Y se quita. Porque el nirvana es muy suyo, eso sí, si tú le dices: quita. Se quita. Eso dicen, no va a ir detrás. Qué va, tienes que correr tú mucho para alcanzarlo (tranquis, mirando la pared, aquí no suda ni dios), y ni así... Como el nirvana diga que no voy, es que no va. Y suele hacerlo, Pequeño Saltamontes, suele hacerlo...

Entonces, hablaba del samsara. El samsara, antes de que busquéis en la wiki, viene a ser algo muy chungo de lo que hay que liberarse. Algo así como una multa de tráfico o un troll o spam en tu bandeja de entrada pero que no te lo quitas ni pagando.

Todos sabéis del grado de sabiduría y paciencia de la que hay que hacer gala para soportar Windows, por ejemplo. Bien, pues el samsara sería Bill Gates y Macintosh el nirvana.

Todo hay que hacerlo con mucho incienso, y en silencio. No vale ponerse Portishead a todo trapo de fondo creyendo que es un mantra. No, eso no vale. En ese caso no estaremos meditando sino disfrutando como conejas. (Uy, lo que he dicho).



He dicho cabeza rapada. Siempre he sentido mucha curiosidad por esas bolas de billar. Pues hoy me he enterado del significado del hecho "en se y per se" (que diría mi querido Rubianes). Sabía yo que por algo tenía que ser eso de afeitarse la cabeza, y no sólo para disimular calvicie y canas. Que oye, por otro lado, eso ya me sería muy útil (por las canas, ¿en qué estáis pensando, mamones?). Pues bien, cortar el pelo al ras viene a simbolizar cortar con las ilusiones.

Quietos, no os entusiasméis, que al revés no funciona: las ilusiones no son un crecepelos.

Cómo son estos budistas. Si es que al final hay que darles la razón, ¿qué es lo primero que hacemos cuando las ilusiones se suicidan?

Pues cambiar de planes, sí. Pero entre el cambio y los planes, te pegas una rapadita. Y hablando de cambio de planes: llevo muchos días queriendo hacer una comida/cena japo (estoy dispuesta a dejar la meditación para matar pescado con los dientes) y no puedo cumplir mis deseos (samsara, samsara) porque no encuentro salmón congelado en condiciones. Ya, ya sé que en el Día venden y también en La Sirena, pero he dicho "en condiciones". Quiero comprar un **** salmón rico y jugoso, casi vivo y casi coleando, para comérmelo crudo y fresquito. Pues nada, hay un complot en la ciudad para que ningún gran súpermercado (menos súper que nunca) tenga salmón congelado en condiciones. Y esta tarde pensaba... Con este panorama...

¿Me rapo la cabeza? ¿O no hace falta?

Y luego las cosas que están pasando este verano son raras: allí donde viven los salmones un tipo se ha cargado a casi cien personas (que se dice pronto, pero pensad en los cuerpos uno a uno, y ponedles cara y nombre e identidad y familia, e historia), así, como si nada, y el país asombrado y tal, que cómo puede ser, que estas cosas aquí no pasan, que donde los salmones es donde mejor se vive... Pues sí, será, será. Será el samsara.

Bien decía Lou Reed en "Blue in the face": "A la gente le da miedo venir a Nueva York. A mí me da miedo salir. La gente se va... a Noruega... ¿? ¿Qué coño pasa en Noruega, qué hacen? ¿Comer salmón?". Ya te digo, Lou, hay cosas que dan miedo incluso meditando. Al menos en Nueva York la poli lleva armas, y uno está mucho más tranquilo, no "joden el sistema". Y eso.

Están pasando cosas raras, y más que tienen que pasar. Y las más raras son las que aún no han pasado.

Estoy pensando, a veces tengo ganas, me tienta, me seduce, me pone... la idea de hacerme monje budista. Y mirar las paredes de mi casa sin pensar en que tengo que pintar - uf, odio pintar - bueno, para eso está Polidori, que le gusta - uf, no, pero no sería justo, si lo hace él tengo que ayudar - pero qué pereza - comprar la pintura, retirar los muebles, pintar - uf, sí - bueno, da igual ommm -, y cosas peores, sí, si yo os contara, sin llegar a eso, centrarme en la pared y la respiración, pensar y no pensar, pensar y no pensar, seré un monje budista. Pero de los que visten de negro y son más recios. Si nos ponemos, nada de endulzamientos o vaselina. Hasta el fondo y enterita sin pestañear.

Aunque no lo parezca, yo leo. Y es cierto que me estoy planteando muy seriamente mandaros a todos a la mierda, con la conciencia tranquila.

En la posición del loto, naturalmente.





Y a ti también, qué se que estás ahí, aunque no digas nada, nunca. ;-)

jueves, 21 de julio de 2011

CUARENTA Y SEIS

Respecto a lo llamado "violencia de género"... ¿A quién hay que educar?

A los hombres...

¿O a las mujeres?


Empiezo a tener serias dudas.

miércoles, 13 de julio de 2011

CUARENTA Y CINCO

La Comunidad de Madrid ha vetado una campaña a favor del uso del preservativo porque "puede herir la sensibilidad de un sector de la población". La campaña (todo hay que decirlo) es de los cristianos "disidentes" que han tenido algún orgasmo en su vida y han pensado que bueno, que un poquito con condón, que vale, que no pasa nada. El texto de la campaña dice así:

"Creemos en Dios.
Creemos que el sexo es sagrado.
Creemos en cuidar el uno al otro.
Creemos en el uso del condón."

Estas cosas, en parte, me gustan. Porque pienso que si hoy vetan esto porque pueda herir la sensibilidad de la población, quizá, algún día veten el uso de pantalones pesqueros con chanclas. O el uso de bermudas en el trabajo. O tantas otras cosas hirientes. Esta lista no ha hecho más que empezar.

Venenito XVI viene en agosto. Podríamos aprovechar para detenerlo y acusarlo de crímenes contra la humanidad.

¿Ah, no?

Vaya.

Dadme el ventolín.

miércoles, 6 de julio de 2011

CUARENTA Y CUATRO

La realidad es un montón de cosas que a nadie le interesa. Es una segunda piel. Una distancia insalvable entre ella y el deseo que, también, es real. Es esperar a que haga efecto la pastilla. No sé qué pastilla, cuál de ellas, la blanca, la azul, la roja, la amarilla. No sé, la última.

Es una tercera piel, la más cruel, la más profunda. Y una cuarta.

La realidad es controlar siempre la hemorragia. No saber cuándo es normal, cuándo no lo es. Tener miedo a dormir, tener miedo a no dormir.

La realidad también eres tú, es tu piel. Mi segunda piel. Mi quinta. Y luego hay otra que está más allá de ti y de mí, en algún lugar donde no habita el olvido. En algún lugar que nos une sin ser esa unión un compromiso tangible. Nunca lo ha sido. Sólo tenemos el compromiso de la certeza, de la sangre, el vínculo inquebrantable de la complicidad.

Un lugar que nos une, que también es real, pero sólo aquí, en nuestros ojos echados hacia atrás, en nuestros corazones y estómagos, un lugar que nos une al que no sabemos darle nombre.

Debería tenerlo, porque es verdad que es real, que fue real, aunque esté hecho de recuerdos y de la materia de la que están hechos los sueños, muy real.
También produjo asma. Tan real.