miércoles, 6 de julio de 2011

CUARENTA Y CUATRO

La realidad es un montón de cosas que a nadie le interesa. Es una segunda piel. Una distancia insalvable entre ella y el deseo que, también, es real. Es esperar a que haga efecto la pastilla. No sé qué pastilla, cuál de ellas, la blanca, la azul, la roja, la amarilla. No sé, la última.

Es una tercera piel, la más cruel, la más profunda. Y una cuarta.

La realidad es controlar siempre la hemorragia. No saber cuándo es normal, cuándo no lo es. Tener miedo a dormir, tener miedo a no dormir.

La realidad también eres tú, es tu piel. Mi segunda piel. Mi quinta. Y luego hay otra que está más allá de ti y de mí, en algún lugar donde no habita el olvido. En algún lugar que nos une sin ser esa unión un compromiso tangible. Nunca lo ha sido. Sólo tenemos el compromiso de la certeza, de la sangre, el vínculo inquebrantable de la complicidad.

Un lugar que nos une, que también es real, pero sólo aquí, en nuestros ojos echados hacia atrás, en nuestros corazones y estómagos, un lugar que nos une al que no sabemos darle nombre.

Debería tenerlo, porque es verdad que es real, que fue real, aunque esté hecho de recuerdos y de la materia de la que están hechos los sueños, muy real.
También produjo asma. Tan real.

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