jueves, 25 de octubre de 2012

CIENTO TRECE

Pierde tus recuerdos, tu memoria, debes dormir. Deshazte de tu nombre, del nombre de tus hermanos, de tus amigos, de tus padres, de cualquier conocido que ya no lo es. Pierde tus recuerdos. Piérdelos como quien pierde el boli rojo, unas llaves viejas y frías como los pomos de las puertas en invierno, o la cabeza. Quítatelos como quien se quita una blusa, un sujetador que aprieta, como quien se arranca un diente, como quien se extrae una astilla que duele, como quien se extirpa un tumor que crece. Incide. Corta. Dejará de sangrar cuando cicatrice la herida, aunque el corazón te lata dentro y te arda y te escuezan las venas con cada otoño, con cada primavera, con cualquier cambio de tiempo.

martes, 23 de octubre de 2012

CIENTO DOCE

¿Os habéis fijado alguna vez en los anuncios publicitarios? No los miréis fijamente más de diez segundos, son el infierno, y El Mal te absorbe en cuanto te descuidas. 

A partir de los diez segundos, el tejido cerebral empieza a agrietarse, y a los doce segundos la recuperación y el funcionamiento de ese tejido es casi imposible.

Podéis pasar de estar leyendo un libro (o una revista, tampoco es cuestión de sembrar el pánico en la cola de Caprabo: "¡¿Señora, ¿pero no ha leído usted a Mallarmé?!"...) a querer comprar una máscara de pestañas que logra convertir tus ojos en dos auténticos abanicos negros versión gitana para atraer amantes jóvenes, guapos, triunfadores, mazas. 
Podéis pasar de ser profesoras a querer ser profesoras que usan la pizarra para escribir "fruta más leche" y se ríen. 
Podéis pasar de estar conversando tranquilamente a querer blanquear las juntas de las baldosas del cuarto de baño y la cocina. 

¿Lo habéis visto? Blanquear-Las-Juntas-De-Las-Baldosas. He ahí un ejemplo de El Mal. El Mal Negro, Ponzoñoso, Vergonzante.

Podéis pasar de estar viendo una película a querer usar lubricante en vuestras relaciones sexuales porque el lubricante, ese lubricante, por lo visto, no sólo facilita la penetración de modo artificial sino que te pone cachonda como una perra en celo al borde del adulterio: "Antes lo evitaba, ahora soy yo quien lo busca". (Cara de pícara tras una rosa).

Me pregunto si valdrá lo mismo para el sexo anal. 

Uy, qué cosas digo. 

Podéis pasar de estar cenando relajadamente a querer usar un perfume que te convierte en a) una calientapollas irresistible o b) una dulce caperucita roja preparada para el casting de una peli porno o c) una bañista enamorada y escuálida que languidece al atardecer en un yate a la deriva en las costas italianas mientras le hablan de amor Mariu, si eres mujer. O, si eres un hombre, te convierte en un macho alfa que acaba la faena en un apartamento de New York, porque él no es un pobre salido, sino un rico seductor; o un macho alfa que es duro como el acero, frío como el acero, contundente como el acero, firme como el acero, gilipollas como el acero, mudo como el acero, sensible como el acero, pero irresistible para la perra en celo -con el lubricante, al borde del adulterio- como un cachorro de oso panda. 

Podéis estar degustando una copa de buen vino cuando de repente, caballero, puede usted desear convertirse en un jovencito flaco, torpe, ingenuo, perdedor y friki que, gracias a su desodorante, sufre el acoso de un ejército de ángeles caídos (obsérvese el doble sentido, el Mal) que parecen modelos pero no, en realidad son las becarias del Departamento de Hermenéutica Literaria de la Universidad de la Sorbona, en paro, por la crisis. Y el que sólo era jovencito, flaco, torpe, ingenuo, perdedor y, en definitiva, humano, se convierte también en un perfecto imbécil. 

Podéis estar, en definitiva, tomando el sol en la ventana, y de repente querer tiraros por ella por haber descubierto en el reflejo del cristal una cana, otra más, en tu cabello de mujer que se creía joven pero ya no porque no luce tan feliz y sonriente como la que se tiñe el pelo con un tinte de -atención- cobertura TO-TAL. Cobertura total. Y lo que parece un eslógan propio de un nuevo modelo de edredón se confunde con una nueva intensidad en el ritmo vital sin canas, sin pelos blancos, sin colores mate, sin caspa, sin puntas abiertas, con felicidad de la buena. Porque la vida es así, resplandece, como tú.

También podéis descubriros de repente, mientras os ducháis, haciendo planes para visitar urgentemente unos almacenes de electrodomésticos porque vosotros, nosotros, no somos tontos. Claro que no.
 

Quedáis avisados. 
Me voy a cenar.

BSO: http://www.youtube.com/watch?v=Zpz4_90LsL4

jueves, 11 de octubre de 2012

CIENTO ONCE

QUE ME HAN DICHO QUE HAY UN DESFILE MAÑANA...

jueves, 4 de octubre de 2012

CIENTO DIEZ

Qué difícil es reincorporarse a la vida de cerdito bueno tras un verano. No me gusta la palabra "vacaciones": viene implícita en la servidumbre a la que nos obliga el trabajo. No me gusta. Otra vez a alicatar la casa, a poner vigas, a reponer, a proteger, a guardar. 
Para el viento, para la lluvia, para el granizo, para el frío, para el intenso frío. Para los antidis-turbios y demás psicópatas armados. Para tantas cosas hay que volver a hacer de cerdito bueno y proveer. Como escribió Cortázar, para ablandar el ladrillo todas las mañanas...
Cerditos buenos. Qué difícil es. 
Pero me niego a no vivir en Venecia. Me he hecho veneciana. Me declaro en Venecia eternamente y en Venecia pienso morir. Ni un ladrillo, ni un horario, ni un adulto, ni un hospital, ni un trabajo, ni el ruido, ni el mal gusto van a conseguir arrebatarme mi casa de Venecia. La he visto. La he pagado cara. La he comprado. Y es toda mía.
Vengo cargada de tanto, y de tan poco, que me asusto sólo de pensar en todo lo que debería estar escribiendo. Pues quisiera hablar de las noches profundas de Madrid, inacabables, de la buena compañía, de las largas caminatas nocturnas, de todo tipo de cosas raras que ocurren, del cementerio monumental de Staglieno, del barrio antiguo de Génova donde anoche antes, de Venecia, de los tranvías de Milán, de Venecia, del redescubrimiento de los románticos ingleses, de lo feliz que he sido con una bicicleta en Florencia, de lo sobrevalorado que está el David de Miguel Ángel frente al Neptuno de Bartolomeo Ammannati, de la catedral de Siena, de Venecia, de Roma, de los romanos, de la poesía, del latín, del vino italiano, de Venecia, del amor, de las campanas que suenan ahora y me traen recuerdos de otros países y otros tiempos, de Venecia, del mar, de las piscinas, de la risa, de los Juegos Olímpicos, de los trenes, de la pasta italiana y el tiramisú, del calor, de Venecia, de los turistas y el tiro al plato, del baloncesto, de Venecia, de cómo es el atardecer en el oeste (ese lento descenso rojo del sol en el Mediterráneo y en los tejados italianos), de las noches y los días sin tiempo, sin reloj, sin frío, sin preocupaciones, sin ataques, sin sombras, sin granizo, sin nada. Del dolce fare niente. De Venecia. ¿He dicho ya que quiero hablar de Venecia? 
¿Existe esa ciudad? ¿Es real?
Venecia y Dios. 
Relación. Si la hubiere.