miércoles, 23 de marzo de 2011

TREINTA Y DOS

Hay días en que uno se siente desintegrado. Fundición absoluta.
Sin materia, sin solidez, sin cabeza, sin nada.
Puñado de átomos que buscan la explosión total, definitiva.

martes, 22 de marzo de 2011

TREINTA Y UNO

La medianoche dura sólo un minuto.
Todo lo que se le atribuye dura sólo un minuto.
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Medianoche. La hora bruja, decían en un programa de radio. Pues bien, resulta que la hora bruja no es una hora, sino un minuto.
Pero es tiempo suficiente para levantarse y mirarse al espejo. Tiempo suficiente para no reconocerse en él; tiempo suficiente para despertar, aunque no para dormirse.
Tiempo suficiente para romper ese espejo. Para cortarse con él. Para no querer seguir.
Y para no recordar nada a la mañana siguiente, para eso, también es tiempo suficiente.
Para echar la vista atrás, para gritar.
Para callar y no volver a hablar nunca, jamás, o volver a hacerlo al día siguiente, pero sin ganas, sin convencimiento, sin papel.
Es tiempo suficiente para reír, pero no para llorar.
Para almacenar recuerdos como losas en el corazón no es tiempo suficiente, requeriríamos de un minuto más.
Es tiempo suficiente para caer los párpados.
Y para replegar uno por uno, como lápidas antiguas, todos y cada uno de los deseos que pesan, y asfixian, y ahogan, sobra tiempo.
Para respirar es tiempo suficiente. Pero no para ahogarse.
Es tiempo suficiente para emborracharse, pero no para beber.
Tiempo más que suficiente para cuestionarse, entrar en caída libre, dudar, resbalar, desplomarse y no querer levantarse más por miedo a la humillación de la caída.
Más que suficiente.

domingo, 20 de marzo de 2011

TREINTA

Hay días en que la vida parece amable, con lo hijoputa que es.

martes, 15 de marzo de 2011

VEINTINUEVE

Una de las cosas que más asma me produce en la ciudad de Madrid no es la polución, sino los taxistas.

viernes, 11 de marzo de 2011

VEINTIOCHO

Mutua. Sala de espera.

- ¿Y tú... por qué estás aquí?
- (Yo, sorprendida) Por cuestiones... médicas.
- Ah, claro.
- (sonrisa)
- Es que a mí me operaron...
- Ya, la he oído antes, lo ha contado dos veces.
- ...de la mano. Y claro, te llaman aquí, ¿para qué? Ya quisiera yo poder trabajar, pero es que me lo ha dicho el cirujano que no puedo trabajar, ¿sabrán ellos más que un cirujano? No, ¿no?
- Depende de lo que sepa el cirujano.
- Se creerán que no tengo otra cosa que hacer.
- Eso seguro.
- Pues la que iba delante de ti ya se ha ido, la he visto pasar.
- Ya.
- Pues...
- (sonrisa)
- Es que ya se ha ido.
- Lo sé.
- Pues entra y pregunta, porque la que iba delante de ti ya se ha ido.
- Señora, si no le importa, no me diga lo que tengo que hacer.
- Uyyyyy, mira, usted perdone. Yo lo decía por ti, que ya se ha ido la que iba delante de ti.

Señor, llévame pronto...

martes, 8 de marzo de 2011

VEINTISIETE

Yo soy de la primera generación en la que se llevó a la práctica la inmersión lingüística. Me cogieron de los tobillos al nacer y me sumergieron, así hasta que acabé COU. Y luego dos sumergidas más en la facultad, entre estertores y sofocos. Lo consiguieron.
La única parte de mi cuerpo que habla ahora catalán son los tobillos.

domingo, 6 de marzo de 2011

VEINTISÉIS

Hay algo en mí, que me impide ser yo. Y le estoy agradecida. Hay algo en mí, una fuerza, un impulso, una energía que se ataca a sí misma, que me impide ser yo, que se autodestruye o se autoinventa en formas poco deseadas. Sin embargo, siendo yo más yo que nunca, reniego del yoísmo porque también eso es un lastre. El yoísmo no es más que un puñado de expectativas podridas de la infancia, o de la juventud, los sueños distorsionados que alguna vez tuvimos y a los que no nos pudimos dedicar por falta de tiempo y ganas o vete tú a saber. Y qué necesidad, la realidad era mucho más interesante, y una forma igual de lícita de cumplir sueños: vivir. No hay más sueño que ese, al final, y lo hacemos cada día (algunos), como mejor podemos, enredados en un manto de niebla que nunca nos deja ver, y vamos sin ayuda y con vergüenza de pedirla, dando tumbos, pero enderezándonos de forma digna al respirar. No todos pueden decir lo mismo. César Vallejo escupía versos contra los auténticos zombis: "Estáis muertos".
"Estáis muertos", decía. Los domingos desde hace unos meses me entristecen más que nunca. Y yo que creía que eso no era posible. Son tantas cosas las que creía y ya no creo.
Estoy convaleciente, pero aún así creo que vivo mucho más que los que imagino paseando por la calle. No lo digo con orgullo porque vivir duele. Pero el instante adquiere en mí más consistencia que su vida entera en todos ellos.
Hay que reinventarse cada día, pedir al yo que no nos deje ser nosotros. Que nos lo impida. Que nos insulte, que nos rete, que nos pelee. Que nunca lleguemos a creer que somos dueños de un mañana, que podemos hacer planes, que podemos descansar.
Vivir, sin ser yo, quizá es la única manera que tengo de ser yo misma. He aprendido que uno no es dueño de su silencio, sino de su miedo, y poco más. Vivir, no hay sueños, no hay zanahoria al final del cordel, no hay premios, sólo hay camino.
A veces tuve sed, y la fortuna de que me dieran agua.

viernes, 4 de marzo de 2011

VEINTICINCO

No hay nada como otra noche en el hospital para bendecir tu cama, tu almohada, tus sábanas, tu mesita de noche, tus zapatillas, tu colchón... y tus ronquidos.

jueves, 3 de marzo de 2011

VEINTICUATRO

Tenía la esperanza de que el Carnaval este año se me hubiera pasado sin darme cuenta. Pero no, por lo visto se celebra ahora.

martes, 1 de marzo de 2011

VEINTITRÉS

No es verdad que el dolor nos hace más fuertes y mejores.
El dolor es un bicho que se te mete dentro contra el que tienes que luchar para que no te amargue ni te resienta.
El dolor es una bacteria. No te hace ni más fuerte, ni mejor. Eso es una estupidez que inventó alguien para vender desgracias. O que inventó un cura. El que siente dolor, sabe la verdad. Sabe que éste no te agranda, te empequeñece. Sabe que no te envalentona, te acobarda. Sabe que no te fortalece, te debilita. Sabe que ni mucho menos te hace mejor, sino peor y más, mucho más vulnerable.
El dolor puede hacerte desear dolor a los demás, sólo por buscar compañía.
Es la risa la que nos hace fuertes, la que nos hace mejores y, sobre todo, la que nos hace libres. Libres de verdad.
Lo que mola es el placer. Lo que me hace fuerte es el placer. Lo que me ha hecho mejor en mi vida es el placer, no el dolor.
Cada vez que alguien me dice que el dolor nos hace mejores y más fuertes, me dan escalofríos. Porque pienso: o bien que esa persona no ha sufrido, o bien que quiere que sufra yo.