viernes, 25 de febrero de 2011

VEINTE

Un día tuve un ataque de asma Real porque mis pulmones estaban muy muy malitos. Y me dieron Ventolín. Y yo, a pesar de todo, sonreí. "Vaya, así que esto va en serio, por fin nos vemos, ¿dónde estabas sin mí, Ventolín mío?". ¿No tiene guasa todo? Y me dieron Ventolín, y me dijeron:

- Aspira como si fumaras. Espira.

Quién pudiera. Quién pudiera.
Curiosa forma de explicar el uso de este medicamento.
Todo lo demás, no sé explicarlo.

Si tuviera uno, lo usaría a menudo. Relaja.

Todo en esta vida, estuve a punto de perderlo. Todo, el amor, el odio, los recuerdos, las horas de soledad, las infinitas lecturas, las risas, la ilusión, el humor, las imágenes una vez vistas envueltas en un halo de luz: una mirada, una mano que se introduce en un pantalón, el perfil de la persona amada, la caricia que te erizó la piel, unas palabras escritas por alguien que ya está muerto, la infancia, un par de fotos que te miran, las lágrimas, las olas del mar al caer sol, el mar infinito, una música, la primera herida, algunos besos, la humedad de su lengua, todos esos recuerdos que, de una sola vez, nos acompañarán siempre vayamos a donde vayamos, menos a la muerte. A la que vamos solos.

La secuencia es "expira, inspira", y no al revés.

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