lunes, 26 de diciembre de 2011

SESENTA Y DOS

Estar fuera de realidad. Estar en otro sitio, estar lejos. Oír de reojo, sin ganas, con desinterés. Ver opaco, borroso, a contraluz, a distancia. Gritar. Gritar que hablen más claro o gritar para que se callen. Nadie te oye, nadie te escucha. Ni falta que hace, piensas.
Estar fuera de realidad, ¿pero dónde? Estar en otro sitio, estar al otro lado. Estar con los demás, pero en otro sitio, ¿dónde te quedaste? ¿Dónde es que te has ido? No saber volver.
Quizá, quizá, no querer volver.
Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla. ¿Qué? Bla, bla. Ah, sí, claro. Bla, bla, bla, bla.
Ya, lógico. Blablabla. Sí, sí. Blablablabla. Sí, pero... ¿Bla? No, nada, nada...
¿...? Blablablabla.
Esar fuera de realidad. Fuera de toda lógica. Fuera de todo diálogo comprensible. Las palabras de otros que carecen de fuerza, de valor, de interés, de importancia, en suma.
Tú, que has sobrevivido a un naufragio en alta mar, a una hoguera, a un hundimiento, a un terremoto, a un tsunami, a un resquebrajamiento del mundo... ahora te toca escuchar cómo se nada a braza en una piscina sin arrugar el bañador, cómo se tiende la ropa para no tener que planchar, o cómo practicar apnea, cómo se cura una quemadura de cerilla en el dedo índice y cómo se reconstruye una casita de playmobil.
¿Cómo volver a la realidad? Y sobre todo, ¿para qué?
Tú, que nadas entre tiburones con nombres de lo más variopintos hace años, y luchas por sobrevivir dignamente en una guerra contra análisis, biopsias, y pruebas, ahora te toca escuchar las dificultades que tienen algunos para enfrentarse a la astenia primaveral o al "bajón otoñal".

Sí, y es que ya se sabe, el otoño, el otoño, puede ser muy cruel. Eso es verdad.

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