miércoles, 8 de mayo de 2013

CIENTO VEINTICINCO

Estoy hecha de memoria
y órganos que trabajan en silencio.

Mi dolor,
ese dolor de acero bajo el vientre,
es también no verte bajo el sol de Italia
frente al Canal, todos los días, de todo el año.
También los domingos. También hoy. Ahora.

Es esta capa gris de bochorno
que trae mayo entre hospitales y fantasmas,
y tu mano apretándome como Orfeo a Eurídice
al rescate del infierno cada tarde, 
que es esta servidumbre del trabajo,
de lo cotidiano y los quehaceres,
como si nuestra felicidad fuera siempre
"a pesar de", siempre contra algo, y así es.
Ya todo nos es ajeno, ya nada nos protege.
Salvo nosotros.

Y me sueño en esta quietud y tregua de la cama aún de día,
a salvo, o eso creo.
Con la aguja oxidada de la incertidumbre
atravesando como nunca el silencio de mis órganos
y me pregunto qué pasará por dentro.
Y cuándo dejará el corazón su única rutina.
Y me pregunto si no habrá descanso
para alguien que ha vuelto de la muerte
ya dos veces.
Para alguien a quien tu mano supo sujetar
lo suficiente sin girarse. Y eso es algo.
Eso debería contar. 
Si es que no habrá descanso,
si es que todavía no es suficiente
y no se me ha perdonado
lo que sea que haya hecho mal.

O si es que esto no es real
y yo nunca -ni en mis mejores sueños-
regresé.

2 comentarios:

  1. Chata, qué bien, bien, bien escribes...
    Muchos besos para el camino,

    Nená

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  2. Gracias, bonita. Me quedo con los besos, que vienen bien. Un abrazo.

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